jueves, 5 de abril de 2012

HIGHWAY TO HELL

Lejos todavía del medio del camino de la vida, siendo como era jovencín, se me ocurrió en mala hora coger el coche y pillar la comarcal X, haciendo caso omiso de tantas leyendas negras y zurrumurrus que hacían referencia a esa carretera.
Y hete aquí que iba conduciendo cuando, de repente, anocheció de golpe, y me quede viendo con dificultad -dada mi miopía creciente- todo lo que ocurría fuera. Ni los montes, ni las casas veía... sólo la noche y las sombras de la noche.
Por eso la vi tarde, muy tarde, a esa chica rubia, que estaba quieta en la esquina y que parecía levantar la mano. "No la cojas" me dije, pues nunca me había gustado eso del autoestop, quizá por miedo, o quizá, como dice Gil Bera, por si acaso. Pero, mi pie piso el freno, y así fue que subió esa chica rubia, que se me hacía ligeramente conocida aunque no sabía de qué.
La verdad es que estaba bastante bien. Y me gustó también que fuera mayor que yo, y cuando iba a empezar a coquetear y a tontear, vi su mirada seria. Dios!!!: esa mirada escondía los horrores más recónditos, horrores que superaban a los del coronel Kurtz en el Mekong; a los de Macbeth delante de las brujas; que superaban los de Cartágo sin una piedra sobre otra piedra; que superaban, ya digo, todos, todos, todos los males del mundo que os podáis imaginar.
- Badakizu zein zen Duchamp? -dijo.
Y entonces comprendí quién era y lo tarde que era para mí. Y tuve que hacer lo que tuve que hacer con el volante. Y ya no se puede decir más...
LL

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