domingo, 6 de marzo de 2011

LA CLAVE BUJARIN

Hace unos días, emocionado por la lectura de Hobsbawm, casi me entregué de lleno a ese subgénero poético llamado "historia contemporánea". Ya vale -me dije- de andar perdiendo el tiempo en tiempos pretéritos y mundos imaginarios, forzando la máquina de H. G. Wells para arriba o para abajo... ¿Para qué si toda historia es contemporánea? Me acordaba de grandes freaks como Mikhail Martinovich el "moderno" o Lopetz el cienciólogo, el uno asaltando conventos, archivos viejunos y libros místicos; y, el otro, pasándose de rosca visitando Trantor o el planeta Fundación. No les hagas caso, me decía: recuerda al viejo Aristóteles y busca el término medio. Entre los que leen al Maestro Eckhardt o a Asimov, hay que quedarse con Hobsbawm, como la fräulein.
Pero me equivocaba. Vaya que sí. Pues sin memoria y sin imaginación (que según los neuro-sasijakintsus actuales se encuentran en el mismo agujero infinoto del cerebelo o de su puta madre) no hay historia. Y me di cuenta leyendo a Ginzburg y su Historia nocturna. Pues informando de las conspiraciones que se hacían para "cimentar" y "construir" las conspiraciones imaginarias de leprosos, herejes, judíos y luego brujas, da la clave para entender las grandes purgas del amigo Josif la alimaña, que acabaron con la vida del propio Bujarin. Y, a su vez, leyendo a Hobsbawm y a Tello, se da uno cuenta de que, para entender las purgas y lo que fue el stalinismo y los planes quinquenales, hay que volver al feudalismo y a la idea de los "siervos de la gleba". En fin, por defender una industrialización lenta, que no diera lugar a una tercera servidumbre rusa -después de la de Tamerlán y Gengistxo (lehena) y la de Pedro el Grande e Iván el Terrible (bigarrena)- acabó Bujarin y toda la vieja guardia de los bolcheviques siendo "relajado". Con unas pruebas conspiratorias la mar de curiosas.

LL

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