sábado, 27 de noviembre de 2010

EL AGRAVIO O POR QUÉ SPINOZA

Quizá una de las mejores maneras de calcular la valía de un filósofo sea la del odio contra él. Me explico. Los filósofos, seres odiadores, rastreros y merodeadores de esquinas, han sufrido sobremanera por la indiferencia. El olvido, el ninguneo, el "y éste, ¿quién es?". A estos especímenes, les costaba tanto pasar desapercibidos que, por todos los medios, han procurado ser odiados, llamemoslo "tomados en cuenta". "Si digo la Verdad, por lo menos que me echen de casa a patadas", pensaban los kottauas. Pero ni por esas. Solo hace falta ver el trabajo stajanovista que tuvo que hacer Sócrates en Atenas, dando la chapa a todo hijo de vecino, hasta que pudo conseguir un proceso "justo". Y ni tan siquiera lo pudo conseguir, porque el ágora lo que quería era echarlo de la polis, meterlo en el autobús y mandarlo a Tebas, o a Micenas, como habían mandado a Anaxágoras y Protágoras entre otros. Sin odio, con ternura: como metían a los locos en el río según cuenta Foucault. Y el pobre de Sócrates tuvo que luchar para obtener una condena a muerte, insultar a sus jueces y tratar a los políticos a su manera, esto es, tomándolos por disminuidos psíquicos. Y ni así tuvo paz. Porque sus amigos ricos organizaron una fuga y los carceleros estaban dispuestos a mirar a otro lado para que el brasas escapará. Bueno, ya sabéis cómo acabo. El tío empeñao, le dice a Critón que no escapará. Y encima perdonando vidas:

SOCRATES: Considéralo de este modo. Si cuando nosotros estemos a punto de escapar de aquí, o como haya que llamar a esto, vinieran las leyes y el común de la ciudad y, colocándose delante, nos dijeran: «Dime, Sócrates, ¿qué tienes intención de hacer? ¿No es cierto que, por medio de esta acción que intentas, tienes el propósito, en lo que de ti depende, de destruirnos a nosotras y a toda la ciudad? ¿Te parece a ti que puede aún existir sin arruinarse la ciudad en la que los juicios que se producen no tienen efecto alguno, sino que son invalidados por particulares y quedan anulados?» ¿Qué vamos a responder, Critón, a estas preguntas y a otras semejantes? Cualquiera, especialmente un orador, podría dar muchas razones en defensa de la ley, que intentamos destruir, que ordena que los juicios que han sido sentenciados sean firmes. ¿Acaso les diremos: «La ciudad ha obrado injustamente con nosotros y no ha llevado el juicio rectamente»? ¿Les vamos a decir eso?

Juas, juas, y venga chorrotada a la cicuta, no sea que me marée y estos me saquen de la polis antes de recibir la gloria. Bueno, así se las gastaba el chaval. Pero aunque haya tenido éxito, no deja de ser curioso todo el empeño que tiene que hacer un filósofo para que lo consideren peligroso. Así lo sintió en sus carnes Heidegger, cuando fue a alistarse para la Primera de las guerras (este era Nazi hasta en 1914!!!) y se rieron de él a la puta cara. (Fue la segunda vez que lo rechazaron por mindundi, antes había sido la Iglesia; y con ese excedente de odio pudo completar su gran obra, pero de Martintxo hablaremos otro día). A Heidegger le pusieron de morroi de no se qué, telegrafiando o algo así, porque, ¿qué peligro puede ofrecer un filósofo? ¿Hablar de pastores del Ser o de Casas del Hombre?
Pobres filósofos, todos con la ilusión y la paranoia de seres odiados y ultrajados, todos con el síndrome Jean-Jacques. "Heme aquí -escribia la alimaña de Rousseau en los Sueños-, pues, solo en la tierra, sin más hermano, prójimo, amigo ni sociedad que yo mismo. El más sociable y el más amante de los humanos ha sido proscrito de ella por u n acuerdo unánime. Han buscado en los refinamientos de su odio qué tormento podía serle más cruel a mi alma sensible y han roto violentamente todos los lazos que me ligaban a ellos." No me digáis que lo que le jode es justamente la indiferencia, aunque el zorro suizo hable de "refinamientos de odio". Hay que ser..., de la biografía de éste ya os hablaré, pues hace bueno a Sócrates y a Martintxo.
Y aquí es donde aparece Spinoza. En una historia de lacayos, odiadores, gente que se parece tener los "sentimientos cristianos" descritos por Nietzsche, hubo un judío de Amsterdam que sí fue tomado por peligroso. Y lo fue en una sociedad marginada como los judíos, escapados de los edictos españoles y portugueses, y que en "La nueva Jerusalem" formaban una de los grupos humanos más "abiertos" del XVII. Y, sin embargo, en una regresión hasta los zulos más chapoteantes de su religión, no pudieron dejarlo estar. Spinoza era mucho Spinoza. Así se recitó en la sinagoga de Amsterdam el Herem, el ritual hebreo del anatema:

Excomulgamos, maldecimos y separamos a Baruch de Espinoza con el consentimiento de Dios bendito y con el de toda la comunidad, delante de estos libros de la Ley, que contienen trescientos trece preceptos; la excomunión que Josué lanzó sobre Jericó, la maldición que Elías profirió contra los niños y todas las maldiciones escritas en el libro de la ley; maldito sea de día y maldito sea de noche, maldito al costarse y maldito al levantarse, maldito sea al entrar y al salir; no quiera el Altísimo perdonarle, hasta que su furor y su celo abracen a este hombre; lance sobre él todas las maldiciones escritas en el libro de esta Ley, borre su nombre de bajo los cielos y sepárelo, para su desgracia, de todas las tribus de Israel, con todas las maldiciones del firmamento, escritas en el Libro de la Ley..., advirtiendo que nadie puede hablarle oralmente ni por escrito, ni hacerle ningún favor ni estar con él bajo el mismo techo ni a menos de cuatro codos de él, ni leer papel hecho o escrito por él.


Y lo trataron de asesinar a la salida del teatro, y tuvo que refugiarse en La Haya, como pulidor de lentes en una vida muy austera. No quiso entrar en la historia a la manera de Sócrates, y se cuenta que guardaba el abrigo con el agujero de la puñalada, para no olvidarse del riesgo que tienen los hombres. Spinoza, caso especial y del revés que los demás. Bueno, igual no tan especial. Desde mi ventana de Andoain veo un humo que sale de la plaza de Campo de Fiori, donde chamuscan a un pobre hombre con la lengua clavada al palo. Ai ama, ¿zu ere al zinan filosofo, Giordano?


MOTZIN

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