lunes, 25 de enero de 2010

Mas cosas del bigotón...


Bien por la entrada de "Andoaingo Motza" (Y a mi que se me hace familiar y todo, conocemos a alguien de Andoain? jeje :P)

Bueno ya os dije que a mi me apetecía leer sobre verdad y mentira en sentido extramoral...pero como mandan siempre lxs mimxs... Eso sí, no me he resistido a poner una cita que me encanta. Es sobre la verdad:
“¿Qué es entonces la verdad? Un hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal”

Tengo que reconocer que al empezar a leer el texto sobre historia me ha enganchado. El primer párrafo es bestial:

"Por lo demás, detesto todo aquello que únicamente me instruye pero sin acrecentar o vivificar de inmediato mi actividad». Estas son palabras de Goethe que, como un Ceterum censeo cordialmente expresado, pueden servir de introducción a nuestra consideración sobre el valor y el no-valor de la historia. En ella trataremos de exponer por qué la enseñanza que no estimula, por qué la ciencia que paraliza la actividad, por qué la historia, en cuanto preciosa superfluidad del conocimiento y artículo de lujo, nos han de resultar seriamente odiosas, según la expresión de Goethe -precisamente porque nos falta lo más necesario y lo superfluo es enemigo de lo necesario. Es cierto que necesitamos la historia, pero de otra manera que el refinado paseante por el jardín de la ciencia, por más que este mire con altanero desdén nuestras necesidades y apremios rudos y simples. Es decir, necesitamos la historia para la vida y la acción, no para apartarnos cómodamente de la vida y la acción, y menos para encubrir la vida egoísta y la acción vil y cobarde. Tan solo en cuanto la historia está al servicio de la vida queremos servir a la historia. Pero hay una forma de hacer historia y valorarla en que la vida se atrofia y degenera: fenómeno que, según los singulares síntomas de nuestro tiempo, es preciso plantear, por más que ello sea doloroso."

Se le va pillando el gustillo. XD

2 comentarios:

Disidentes dijo...

Aupa txabalada, aquí otra vez Andoaingo motza, trayendo un poemilla da Carver. Un Carver que sabía mucho de Historia, pero más sobre vino y otras bebidas. Katedratikua huan! Ordiziko lixta se está enganchando mogollón al bigotes, mal asunto. Cuadrilla, ojito. Primero Benjamin, luego Nietzsche... me da que la Froilain (no sé alemán!) Gestapo nos las está metiendo dobladas. Seguro que ya tiene alguna que otra lectura preparada. De la rubia siberiana escribió un tal Spinoza lo siguiente: "Norberak MAITE edo gorroto duena guztiek ontzat emateko ahalegin hau, egia erran, Handinahia da (Anbitio)". Bueno, pues con la susodicha advertencia, pasemos a Carver: poemaren izena da "Ardoa":

Leo la vida de Alejandro Magno, Alejandro,

cuyo inculto padre, Filipo, contrató a Aristoteles

como tutor de su joven heredero y guerrero para

que puliera sus suaves hombros. Alejandro, que,

en la campaña contra Persia llevaba un ejemplar de

La Ilíada en una caja forrada de terciopelo y adoraba

aquel libro. Pero también la lucha y el vino.

Llego a ese momento de su vida en que Alejandro,

tras una larga noche de juerga, borracho de vino

(la peor borrachera posible, esas resacas no se olvidan)

arrojó la primera tea e incendió Persépolis,

capital del Imperio Persa

(ya antiguo en la época de Alejandro).

Quedó totalmente arrasada. Luego, cómo no,

a la mañana siguiente – puede que aún ardiera

la ciudad – tuvo remordimientos. Pero en nada

parecidos a los que sintió la tarde siguiente

cuando en una discusión cada vez más subidas de tono,

Alejandro, sin afeitar y la cara roja por el vino, se puso

de pie tambaleándose

empuñó una espada y le atravesó el pecho

a su amigo Cletus, que le había salvado la vida en Granico.



Durante tres días, Alejandro lamentó su muerte. Lloró.

Se negó a comer. “Se negó a atender sus necesidades

corporales”. Incluso realizó la promesa

de dejar la bebida para siempre

(he oído muchas veces esas promesas y las lamentaciones

que acarrean).

No hace falta decir que se paralizó completamente

la vida en el ejército mientras Alejandro se abandonaba a su dolor.



Pero cuando pasaron esos tres días, el terrible calor

empezaba a llevarse parte del cadáver de su amigo

y le convencieron para que hiciera algo.

Salió de su tienda, cogió el ejemplar de Homero,

lo desató y empezó a pasar páginas. Finalmente, dio

órdenes de que los ritos funerarios descritos para Patroclo

se siguieran al pie de la letra: quería para Cletus

la mejor despedida posible.

¿Y cuando ardió la pira y empezó a correr el vino?

Pues claro, ¿qué te crees? Alejandro bebió hasta

perder el sentido. Tuvieron que llevarle a su tienda.
Tuvieron que levantarlo para meterlo en la cama.

ITU dijo...

jajaja, conclusión: el que es un borracho sigue siéndolo siempre!!!

En cuanto al liderazgo de la froilan, jeje, nik badaukat hurrengoako proposamen bat!!

A ver is os pensáis que os vais a quedar sin leer feminismo :P

Ordiziko Lixta!! XP